jueves, 21 de julio de 2011

Memet

ADVERTENCIA

     Radio Sobre las Dunas advierte que el siguiente fragmento literario no está dirigido a usted. Lo que leerá a continuación se rige por un código experimental y por ahora excluyente en lo que respecta al lector. Las demás entradas y anexos ayudan en la comprensión del texto, mas tenga en cuenta lo siguiente: Este fragmento denominado "Memet" representa un futuro cambio de rumbo en los escritos de la Radio; contiene extractos de diálogos internos y recuerdos, además de referencias muy concretas a hechos vividos y a hechos futuros; este texto no intenta resolverse por sí mismo, sino a través de un contexto general externo. Es, en efecto, el último legado introspectivo, que servirá de transición para futuras obras. Gracias por habernos acompañado durante todo este tiempo en la introducción a Radio Sobre las Dunas. Que disfrute la lectura, y buen viaje.


     Y había encontrado a alguien que me acompañara. Era una tarde más bien gris, lo que hacía de aquel prado de arena un lugar apacible. Mis compañeros charlaban tranquilos, yo ni me metía en la conversación; sólo acariciaba con el dedo la perilla de la radio apagada esperando al momento de sentarnos, para poder ambientar nuestra mutua compañía con algo de música, de ser posible.
     Uno de ellos reía cada tanto y comentaba inteligentemente; comentario al que las dos muchachas respondían con una risita y audaces acotaciones. Me agradaba estar con ellos, peculiares personajes.
     Pero por cada palabra que yo callaba se escuchaba un eco en alguna parte no muy lejana; y no sólo eso, los pasos de alguien más se hacían más fuertes, a la vez que se le oía sonreír con altanería. Decidí simplemente ignorar este hecho. Es decir... hubiese podido hacerlo si no me hubiera maravillado el hecho de poder oír sonrisas. El hecho de poder oír una sonrisa no puede ignorarse facilmente.
     El hecho de poder oír una sonrisa te lleva a pensar "qué estará mal conmigo".
     El hecho de poder oír una sonrisa es algo lindo. Algo tierno.
     El hecho de poder oír una sonrisa es risible, ilógico.
     El hecho de poder oír una sonrisa es algo... poético.
     El hecho de poder oír una sonrisa es algo digno de ser escrito.
     El hecho de poder oír una sonrisa te hace pensar, indefectiblemente, en un "por qué".
     El hecho de poder oír una sonrisa te hace sonreír, a la larga.
     Y no me gusta divagar, pero cuando escuchar una sonrisa te hace sonreír... mejor es taparse los oídos.
     Y de a pasos iba encontrando nuevas razones para reflexionar, mientras de fondo un murmullo alegre fastidiaba mis pensamientos, como un niño montado sobre un columpio construído con sogas y un viejo neumático, y que pide ser empujado. Y tú le dices que no, es temprano y hace frío; sólo quieres entrar. Quizás luego.                                      Y debo ser específico para hacerte ver.
     Susurraba a mi lado un aire distinto, distinto al bronce de siempre áspero y mordaz. Tras unos minutos de caminata el aire cambió rápidamente hasta transformarse en una presencia liviana, casi se podría decir efímera, que hacía pensar en una tarde sin viento a la orilla de un lago. Transmitía esa misma sensación estática.
     Cuando me dí cuenta y traté de unirme nuevamente al hilo de la conversación, mis compañeros ya habían cambiado de tema, y yo estaba allí, perdido. Y entonces caí en la cuenta de que es más satisfactorio entender el por qué de una sonrisa que tratar de percibirla como tal, fuera de contexto. Y créeme que tratar de oírla es algo absolutamente frustrante.
     Y así pues, ellos reían y yo no entendía. No me quedó otra opción que apresurar mis planes y encender la Radio para pasar el rato.

     ¡Ah! Qué maravilla. Estamos de suerte. Cómo no reconocerte desde la primera nota...
     Desde que comenzó a transmitir música no puedo permanecer mucho tiempo sin ella. La música... me mueve, me inspira. Sin música este viaje estaría regido por ecos tiranos, amantes del vacío y plagiadores de ideas.
     Cierro los ojos un momento y me dejo llevar por las notas, intensas y precisas, mas delicadas y pacientes; esperan tus pasos y te van guiando. Y cuando estés preparado, te soltarán para que las veas danzar. Sólo hay que esperar...
                                 Esperar...                                                                                                                     
 
     Mil fugaces destellos relampaguean en tu mente, armando de a poco la imagen final. Esperas oír rugir esos compases para que te digan de una vez por todas la verdad. Sólo piden que esperes... ¿Podré hacerlo? Quiero GRITAR, quiero correr delante de ellas. Con una cariñosa mirada me indican que no, que al final todo será recompensado... Y me tranquilizo. Déjenme estar aquí el tiempo que quiera... No quiero preocuparme más por perderme, guíenme por siempre, pues aquí no se escabulle ninguna sonrisa, y de ellas siempre conozco un "por qué". No debo en este lugar hacer ningún ruido, y se acepta si miramientos mi silencio, pues debo yo escuchar, y con mucha atención, los comentarios de las notas que me guían. Y soy felíz, porque aquí nunca... nunca seré ignorado.

     Pero los pasos se hicieron mucho más fuertes, y la sonrisa más presente, y no tuve más que abrir los ojos. No oía ninguna risa, ningún comentario inteligente ni acotación audaz, pero tampoco recordaba cuándo había dejado de escucharlas. Yo me limitaba a caminar junto a ellos, hasta hace unos segundos.

     - Es interesante, ¿no? Cómo una mala pasada puede apartarnos de la realidad.- El tipo acercaba un cigarrillo a su boca, pero jamás pitaba. De repente aquellos tres personajes ya no me acompañaban, y había yo de toparme con este sujeto de expresiones cínicas y aparentes buenas intenciones. No percibí su llegada. Caminaba a mi lado como si hubiese estado allí desde el principio. Me sentía aturdido, y me limité a mirar con tristeza el lugar en el que antes se hayaban mis compañeros. Tras una pausa le solté al nuevo acompañante una respuesta resignada pero firme, como si hubiera sabido de antemano que me haría esa pregunta.
     - Me imagino que te refieres a mi silencio. Pues déjame decirte que...
     - No, de hecho.- Me interrumpió, y se quedó mirando el cigarrillo prendido en su mano. Y al ver que yo no contestaba a su súbita irrupción, prosiguió.
     - Me refiero a que muchas veces has podido acotar algo, y sin embargo no lo has hecho. ¿Por qué?
     - No lo consideré preciso. Me gusta escucharlos, son gente que merece ser escuchada. Me dijiste que no tenía que ver con mi silencio, pero sin embargo te referiste a mi falta de participación.
       - Hay silencios y silencios. El tuyo es bastante perturbador ¿sabes?
     - ¿A qué te refieres?


     Allí la cosa comenzó a ponerse turbia. Todos sabemos que en el desierto cada quién hace la suya, y que si tienes la suerte de encontrarte con un viajero debes, inmediatamente, adjudicar el hecho a una probable cadena de causas y consecuencias, y por lo tanto, a una tarea. Es un juego constante, pero uno se adapta y modifica el paisaje de acuerdo a sus experiencias. En este momento ya no sabía si era parte de ese escenario. Estaba completamente solo, y aún así el tipo prosiguió la charla. La Radio seguía encendida.
I am you...                 ...and what I see is me.
      Y me tomé de las manos. Para comprobar que lo que escucharía a continuación sería real.

      - Eso mismo. Tu silencio asusta. Es decir, ¿a quién albergas, a quién debes proteger que no te da tiempo para tí?
     - Tengo todo el tiempo que quiero para mí.
      - ¿A costa de...?
     - Soy conciente de lo que omito.

      - Ah, mira qué bien. Lo que me quieres decir es que todo lo que haces tiene un por qué, todo lo que dices y todo lo que escribes tiene un por qué. Y que todo fue previamente calculado.
     No me deja responder.
     - Por supuesto que es así, te entiendo. Un ser intachable, pues hasta sus errores son premeditados.- Una amplia sonrisa le zurcaba el rostro, como la de aquel que a logrado un cometido tras mucho esfuerzo y dedicación. Tardé un poco en responder.
     - Pero a veces me siento algo solo. Es más, no creo que esté bien lo que he hecho.
     - ¿Qué es creer? tú no crees, sabes. 
     Su respuesta me descolocó en cierto sentido.
    - Nunca proclamé saber. Dije ser conciente de mis errores y de que he dejado de lado muchas cosas a cambio de una conexión más cercana conmigo mismo.- Hice una pausa -Y dije que me arrepiento. No creo que haya estado bien.- Repetí.
     Pero él continuó omitiendo esa última declaración. Ya no sonreía, pero se lo veía tranquilo.
     
- Ser conciente es, en última instancia, saber. ¿No es así?- Me hechó una mirada rápida desde el rabillo del ojo, y volvió a mirar hacia adelante. Carraspeó. Acercó el cigarrillo a sólo unos milímetros de su boca, pero luego lo alejó nuevamente. -¿Qué me contestarás a eso? ¿"Lo sé", ó "Soy conciente de ello"? - Medité un momento.
     - Hay una diferencia clara entre saber o ser conciente, y premeditar las cosas.

     - ¡Pues claro! La diferencia radica en que en una de ellas existe la sorpresa, mientras que en la otra no. Si sabes, o en su defecto eres conciente de algo, es porque eso en algún momento te sorprendió de una u otra manera, grabándolo a fuego en tu mente y tu memoria. Sin la sorpresa no existe el conocimiento.
    - Estamos de acuerdo.
     - ¿Lo estamos? Pues no tendríamos ya nada de que hablar, y sin embargo henos aquí.
    - Estás empezando a fastidiarme.
     - La ignorancia fastidia, ¿no es así? Te aterroriza no saber, no ser conciente de las cosas, y siempre fue así. Te aleja de los demás, te hace prescindible, te hace débil. Y dime ¿qué no conoces dentro de tu mente? A mí me suena como un lugar ideal para refugiarse. Te encuentras en tu salsa, la madre patria, el espacio intemporal con el que fantaseas todo el tiempo.- En ese momento hizo una pausa, como reflexionando sobre algo. Luego soltó una risita extraña. De esas risas que surgen cuando descubres algo inesperado. - "El espacio intemporal con el que fantaseas todo el tiempo"- Repitió divertido. - ¡Vaya paradoja! ¿No te dice eso algo?
    No respondí nada, a pesar de haberlo comprendido muy bien.
     - Otra vez el silencio, ¿eh? ¿Significa que lo has captado? No puede significar otra cosa, nunca significa otra cosa. Si no hablas no pueden probar que los conocimentos no están allí, no pueden probar que no existen, y por lo tanto tienes siempre el beneficio de la duda. Como Dios. ¿Pretendes una ciega fe en tí acaso?- Gira entonces la cabeza para mirarme de frente. - La diferencia entre tú y Dios es que tú puedes realmente privarte de ese beneficio, obrando para asentar tu credibilidad. No tienes quién lo haga por tí.
    - El beneficio de la duda...
     - ...es tu móvil. El cajón en donde escondes todo lo que te hace (o te haría) SER. Guardas mucho más de lo que expones, esperando 'el momento'. Pero eso quién puede saberlo, ¿yo? Vives de conjeturas, de un intercambio de pistas.
    - Sólo busco seguridad en mis pasos. Y el misterio es algo que siempre me conmovió, ¿por qué no a los demás? No busco otra cosa que emocionar sanamente.
     - Lo estás llevando demasiado lejos. - Mírame.
     - Mírame. ¿Qué buscas?
     No me dejó reaccionar; tan pronto terminé de pronunciar la frase, su grito levantó la arena del suelo.
     - ¡¿MIRARTE?!
    Extenso como se ve el desierto uno no esperaría escuchar un eco, pero su grito volvió, una y otra vez, a mis oídos.
     - Mírame tú a mí. ¡Vamos, hazlo!
     - ¡Es lo que hago, carajo!
     - ¡NO INTENTAS LO SUFICIENTE, MÍRAME ¡MÍRAME DE VERDAD!
     No supe qué hacer, algo no estaba bien, buscaba algo más con la mirada, que estaba allí pero no distinguía.
     Ya no soportaba su voz, estaba destrozándome los oídos.
     - ¡Estoy aquí! ¡ESTOY AQUÍ, MALDITA SEA!
    - ¡¿Qué mierda...?! ¡LO SÉ!, ¡YA LO SÉ!
    - ¿Lo sabes? ¿de verdad? ¿qué más sabes? ¡DIME MÁS!- Su forma de hablar había adquirido un tinte sumamente sarcástico.
     Me quedé callado. Me estaba desesperando. Algo no estaba bien, algo no era como hace un momento.
     - ¡Dime más, anda! ¿Por qué te quedas callado, no te gusta lo que escribes?
Basta...
Basta...
     - ...¿Es porque "eres conciente" o porque "sabes"? ¿Por eso callas?
Basta...
     - Compártelo conmigo. ¡HEY!
     - Ya... no sé... Estoy mirándote. Estoy mirándote.- No era así. No veía nada.
     - ...Si sabés todo entonces me voy, y te dejo hablando solo. ¿Querés?
Me suena.
     - ¿Te suena?
     - No...
     - ¡Déjame seguir a mí entonces! 

     ¿Para qué despejaste el camino? ¿A qué vienen todos estos escombros? ¿Te hace tropezar tu propio muro destruído? En tu división elegiste sólo a una de las partes. Mataste a la otra, no pensaste en las consecuencias. Gracias por abrirme paso, amigo mío. ¿Te agobia un punzante dolor al pensar en esa parte perdida? ¿No crées que debe haber alguien? ¿no crées que debe haber alguien dispuesto a matar a los personajes de tu desierto?
     Has abierto una brecha, todo lo que crées y esperas de tí mismo son las sombras que oscurecen este prado seco y que a la vez lo enriquecen. Son las dunas de tu desierto, el lugar de donde rescataste tu radio. Pero el sedimento que pisas no lo has creado tú, la arena no se elige, mi amigo. La arena son los años, y tú te crées capáz de sacar arena de donde no hay. Mas por supuesto que, en lo personal, no aceptaría jamás ese hecho. Si hasta pudiste oír mi sonrisa, ¿por qué no oradar la piedra misma de la cual estaba hecho tu muro? Extenso como el horizonte mismo, bien podríamos agregar una capa más a este desierto con sus restos. Oh... pero antes tengo que hacérselo saber al mundo, tendrán que moverse para hacer lugar. ¡Y NO SE MUEVEN, MALDITOS NECIOS! ¡Pues bien! Me verán cubrirlos con arena, y con suerte alguno se ahogará.
     Todos los ojos en tí. Todos los ojos en mí. Y por su puesto, nuestros ojos en ella.
     Ego, maldito ego que nos hunde en la soledad. Oye, no quiero ser un enemigo. Yo te amo. Y porque te amo debo protegerte. Déjame seguir desde aquí. Ah, qué árduo trabajo...
     Dime, ¿te han dicho "te amo"?

     ¡NO!
     Sí... te lo han dicho. Y lo has dicho también. "Te amo", qué ganas teníamos de decirlo.

     No significó nada.
     Palabras vacías, ¿eh? ¡Yo te amo de verdad, y no me crées!

     NO TE CREO.
     Que yo te ame no te sirve de nada, cierto. Pero no te pongas así, mírame.


     No puedo.
     ¿Por qué? Mírame.


     Lo he intentado, y no fue suficiente, no puedo.
     Vamos bro, vamos rococó, vamos picho, vamos pa', vamos Eze, vamos gordo, flaco, putete, mi amor, Vamos Ace... Vamos Ace, mírame.


     Basta, ¿por qué debo hacerlo? ¡¿Qué quieres que mire?!


     "P.R.S.", ¡MÍRAME! ¡POR ÚLTIMA VEZ MÍRAME!


 ¡¡NO PUEDO , NO VEO NADA, NO HAY NADIE CONMIGO!!

     Todo se detuvo. Otra vez el silencio y el eco. No podía respirar. Miré desesperado hacia todos lados buscando ese traje color cyan, a ese cigarrillo inútil. O al menos un espejo. Necesito un espejo.
- No hay nadie... No hay nadie a mi lado.



     Los que se habían ido no me fueron devueltos. Tal vez ya minutos atrás los despedí. 
     La Radio se calmaba ya en cánticos de penumbra. Caída la noche, yo no hacía más que estar parado allí, mirando alternadamente el cielo, el suelo y el horizonte ya casi desvaneciente. No se veían estrellas. La tarde gris se había extendido hasta ese momento, cubriendo la noche con una manta. Era de esas noches tormentosas, cuyo cielo se teñía de rosado, como a punto de estallar. Los vientos calmos de antes parecían ahora escapar, ágiles, de los truenos que se oían a lo lejos.
     Tan absorto y confundido estaba, que no pude reparar más pronto en el hecho:
     - No puede...- Balbuceé, mirando a los costados con cierta precaución -¿Truenos?- Ya me parecía que algo no andaba como de costumbre. Incrédulo, no pude más que esperar pruebas. Pero efectivamente, tras un minuto de espera, un haz de luz blanca se precipitó sobre el terreno lejano, trazando líneas irregulares. El eco del golpe se oyó sólo segundos después acompañado por el de una delicada gota que iba cayendo justo en frente de mí, para alimentar al fin a este prado seco, tras siete años de sed.



     Decididamente giré la perilla de la Radio para romper el clima. Me senté. Tiré la cabeza para atrás...
...Y esperé.


     Esperé...

 
     Las gotas de lluvia no impactaban en mi cara con rudeza, mas me palpaban como si no reconocieran mi rostro. La lluvia es ciega; llega si tienes sed, y llega si no la tienes también. Y trata juguetona de cegarte a tí también por un momento. Conmigo tuvo éxito; a ojos cerrados sentía el agua saciándome con frescura.


[...]

     Calló nuevamente la Radio. El repiqueteo suave de la lluvia no dejó al silencio perturbar mi paz.
     Perdón por dejarte esperando. Me ayudas a levantarme, me das unas palmaditas en el hombro. Sostengo tu mano con fuerza, y una vez firmemente parado sobre esa arena ahora inestable y húmeda, te suelto. Sin hablarnos, me lanzas una sonrisa, y yo la devuelvo. Sabemos que debemos emprender el viaje, ya que has decidido acompañarme tan amablemente. Debemos dar pasos firmes para así marcar la arena, ahora que podemos. Te ríes. Yo te pregunto por qué, y con un simple gesto de cabeza me haces mirar atrás. Casi podría decirse que el desierto lloraba, nostálgico, por las huellas que ya habían sido impresas.


Escrito por Ezequiel F. L. Cabrera 

Gracias a aquellos viajeros leales, que saben lo importante que esto es para mí.
Welcome to the Second Sand.

1 comentario:

  1. Buena!!!!
    Genio seguí escribiendo, este don no debe ser desperdiciado o cago a trompadas jeje

    ResponderEliminar