jueves, 10 de febrero de 2011

-Sin título- (Transmisión ancestral) El primer lector.

Fecha exacta desconocida. Año 2005.

     Al caer la tarde, después de mil recomendaciones, mis padres por fin partieron. Viajaban una semana a Estados Unidos por una cuestión de trabajo. En ese entonces yo tenía dieciséis años y, como cualquier adolescente de esa edad, me sentía liberado. ¡Una semana sin mis padres! Era como un sueño. Sin embargo, no sabía que esa iba a ser la semana más larga y terrible de mi vida.
     El primer día, posterior a la salida de mis padres, transcurrió sin ningún contratiempo. Todo empezó el segundo día; a eso de las dos de la tarde sonó el teléfono. Naturalmente, atendí, respondiendo con mi habitual "¿Hola?". Pero nadie contestó.
     -¿Hola?- repetí -¿Quién es?- Pero sólo se oía el débil susurro de la persona que se encontraba al otro lado del teléfono. Colgué. Inmediatamente volvió a sonar el teléfono. Por segunda vez levanté el tubo, algo fastidiado.
     -¿Quién es?- pregunté.
     -Yo-. Esta vez sí respondieron.
     -¿Quién?
     -No importa.
     -¿Cuál es su nombre? ¿Con quién quiere hablar?
     -Mi nombre no es importante, repito-. Comencé a fastidiarme pensando que tal vez fuese una broma.
     -Sólo quiero advertirte- Continuó -Que no salgas de la cocina.
     - ¿Por qué? ¿Cómo sabe que estoy en la cocina, acaso es una broma?-. Pero cortaron. Comencé a sentir algo de miedo. Miré hacia la puerta que daba al living con algo de temor. Sin pensarlo me dirigí hacia la puerta, giré la manija y la abrí. Todo parecía normal, sin embargo me dominó el terror. No puedo explicarlo pero no pude salir de la cocina. Volvió a sonar el teléfono. El mismo hombre contestó.
     -NO salgas- y cortó.
     Sentía escalofríos. Temblaba. Comencé a sudar. No comprendía por qué sentía tanto miedo. Esa noche dormí en la cocina.
     Cada día restante sonaba cuatro o cinco veces el teléfono y el mismo hombre contestaba y me repetía que no saliera de la cocina.
     Cuando llegaron mis padres me encontraron en un estado deplorable. Sin saludarme, mi padre me miró y preguntó:
     -No saliste, ¿no?





     El primer Lector.


     Viejos escritos... traen historias de épocas diferentes. A mis 13 años escribí este pequeño cuento; me parece interesante analizarlo desde otra perspectiva, ya a mis 19 años y ver qué puede ser extraído de esto.


    Una síntesis casi irritante, desarrollo prácticamente ausente y hechos muy MUY puntuales. Empezando a explorar el mundo de la escritura y la literatura, uno va extrayendo aquellas cualidades que le parecen más significativas. En este caso, el final era para mí lo más importante, hasta el punto de escatimar en todo lo demás. No lo llamaría un error sino más bien una ingenuidad. Me pregunto qué habrá pasado por mi cabeza al momento de pensar el final, ya que a partir de eso desarrollé todo lo anterior (o por lo menos eso creo que hice).
     Comencé a leerlo con esa mezcla de intriga y nostalgia que caracteriza este tipo de lecturas, y terminé con la disconformidad impresa en los gestos; incluso antes de empezar a leerlo me llamó la atención la corta extensión del cuento, a lo que adjudiqué la clásica pregunta mental "¿Así era?". Efectivamente, no era ni más ni menos que eso, que en ese entonces era perfecto. Lo justo y necesario. La sonrisa de satisfacción en mi rostro de 13 años. De más está decir que no me arrepiento de lo que escribí. Reconozco que le prestaba más atención a cuán correcto era gramaticalmente, que a la parte artística. Pero eso con el tiempo se va equilibrando, es parte del aprendizaje.
     Siempre me acuerdo de la idea de que, una vez finalizado el escrito, uno se convierte en un lector más de su propia obra, la cual cobra vida propia. Cualquier interpretación bien fundamentada de lo que está en la hoja es completamente válida, y la interpretación del autor, es decir, lo que haya querido decir, no tiene tanta relevancia. Tiene relevancia lo que produce en el lector, que lo lleva a sacar las conclusiones más interesantes. Bien pues, a 6 años de haber escrito el cuento, me atreveré a analizarlo, por más que en su momento no haya sido conciente de lo que quería transmitir más allá de un final sorpresivo. Vean cuánto más interesante se vuelve una historia si se avanza un poco más, si nos adentramos más allá de lo que dejan ver las palabras.






     Analicemos el cuento desde otra perspectiva. Olvidémonos de la edad y demás condicionantes. Imaginemos que ésta es la obra de un escritor; de un gran escritor. Al leer los cuentos de Cortázar, o Borges (Dios me perdone por aludirlos junto a mi humilde cuentito) o tantos otros genios de la literatura, uno ya está preparado para que el texto esconda infinidad de referencias, de significados y mensajes. Uno ya viene con la idea de que deberá calar profundo en la obra para descubrir todo lo que guarda. Pero también solemos subestimar a otros escritores. Un mínimo indicio de simpleza es para nosotros una muestra de mediocridad. "Bah, ¿y a éste quién lo conoce?" solemos proclamar. "Tres zanahorias verdes" escrito en un cuento de Cortázar, genera más revuelo y discusión que "Tres zanahorias verdes" escrito por José Gandulo Robinaldi (autor genérico - cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia) en el mismo contexto. Eso es una verdad innegable. Lo mismo pasa en la música y tantas otras artes. Puede ser que el escritor sea realmente malo, o que simplemente lo estemos prejuzgando y nos neguemos a buscar lo que con tanto esfuerzo escondió para que encontremos. Dicho esto, veamos qué puedo sacar de mi propio texto.
     Visto en términos generales el cuento puede tratar de la fragilidad de la mente adolescente en relación a la infantil. La capacidad sugestiva de los niños llega a su punto crítico en la etapa adolescente, en plena formación de la personalidad. Podemos destacar que el personaje principal, que dicho sea de paso no tiene nombre, lo cual puede aludir a una generalización, tiene 16 años.  Desde ya que es extraño que un muchacho de esa edad se quede solo en su casa por una semana cuando sus padres (ambos) viajan a EE.UU, suponiendo que viven en Argentina. No se dan detalles de cómo subsiste en ese período, o de cómo transcurre sus días, por lo que podemos suponer que no es en absoluto relevante. "La semana más larga y terrible de mi vida" resultan ser dos o tres párrafos cortos y un diálogo poco sustancial, muy consciso y simple. El que luego descubrimos que es ni más ni menos que el padre del niño, tiene un cierto dominio tiránico sobre los sentimientos del protagonista. La ingenuidad e inseguridad del niño derivan en el encierro, la decadencia, el miedo. Así como los padres sobreprotectores y fatalistas tienden a formar un hijo extremadamente cauteloso, inseguro y por consiguiente infelíz y encerrado en sí mismo. 
     Es una historia sumamente oscura. El padre no es negligente, sino perverso. Sabe que tiene dominio sobre la mente del hijo, así que la manipula a su parecer. Observemos cómo las palabras del padre repercuten de manera violenta en las acciones del niño, sin dar explicaciones ni presentar una lógica válida. La indiferencia que muestra al final del cuento sólo refuerza la idea de control. No parece además que haya ninguna repercusión temporal en la historia. No hay moral ni ética. Los padres vuelven de un viaje muy largo, muy extenso, sobretodo considerando la edad del protagonista; lo encuentran "en un estado deplorable" y sin embargo, esa idea ni siquiera es considerada. Todo parece un juego, como si nunca se hubiesen ido, como si los datos anecdóticos fuesen irrelevantes: el viaje, el período de tiempo, las condiciones en las que fue dejado el niño antes del viaje, de qué forma pasó esa semana. Si nos basamos en los datos que nos dan, podemos pensar que pasó toda una semana en la cocina. ¿Tenía provisiones? ¿Habló con alguien? Si había teléfono, ¿por qué no pidió ayuda? ¿Por qué el padre se molestaba en llamarlo 4 ó 5 veces por día para atemorizarlo, si el viaje tenía objetivos laborales? Y más importante ¿Cómo no reconoció la voz de su propio padre? La explicación puede ser bastante simple: la secuencia de los hechos existe en función de una representación del desorden y la susceptibilidad de la mente del adolescente, y su necesidad de libertad. La mente no sufre hambre ni sed, no distingue muy bien entre horas, días o años, y capta las emociones que le parecen relevantes, mientras que crea o supone otras. Las ideas dentro de nuestra cabeza son simples, y la mayoría de las veces carecen de objetividad y están incompletas, pero son sin duda poderosas.
     ¿Me habré sentido yo mismo encerrado en ese entonces? ¿Por qué escribí lo que escribí? Bueno, ésta es una forma interesante de verlo. Existe un miedo particular al padre perverso. El personaje del padre en este cuento es poco convencional, más allá de lo poco desarrollado que está; recuerdo además que fue la primera vez que escribí acerca de personajes humanos. A los 13 años estaba comenzando una etapa muy poco felíz de mi vida.
     Uno puede interpretar muchas cosas si la historia se lo permite; en el caso de la literatura, subjetiva y rebelde, la única forma de entenderla y conectarse con ella es a través de la interpretación bien fundamentada. Como autor, puedo asegurar que no fue así como lo pensé al escribirlo. Pero como lector, me siento ahora más cómplice del texto ya que fui capaz de darle una mirada más profunda. 
     Creo yo entonces que lo que debemos observar en un escrito, no es tanto qué se quiso decir, sino qué me permitió decir a mí.




Escrito por Ezequiel F. L. Cabrera

3 comentarios:

  1. Nosé si alguna vez leiste Murakami, pero antes del final venías escribiendo muy como él.
    En cuanto a las "dudas poderosas", a mi entender no son tales. El autor (hipotético) no deja libradas preguntas al azar, a menos que sus respuestas no sean tan importantes como lo que Sí se dice (si lo que se busca es entender al autor, claro). Se le quita relevancia a esas respuestas porque en ese pequeño universo la única moneda que valía era el miedo. El suspenso entre llamado y llamado. Nada mas tiene densidad.
    Creo que tambien en necesario destacar que no es el dominio tiranico de el padre en sí el que el chico obedece, porque si ese fuera el caso, habría bastado con que bastaría conque se lo hubiera dicho antes de viajar. En cambio el padre sabe que de ese modo no hubiera hecho caso (claro, el pedido era una locura) y apela a la insegura mente del adolescente, que dicho sea de paso, obedece a su miedo más que a su padre, egocentrismo propio de la adolescencia.
    I'll stay tunned.

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  2. De hecho sí, Danny me prestó "Al sur de la frontera, al oeste del sol" de Murakami. Realmente no sé si fue conciente; hacía ya... más de 20 días desde que terminaba el libro y, aunque escribí estando en las sierras (que es lo que aparece en "Diez días de estrellas") me parece bastante tiempo como para mantener el estilo. Tiendo a incorporar el estilo de los autores que leo, y están muy presentes en mis escritos inmediatamente siguientes, pero después se diluyen.
    En fin, me fui de tema. No entendí muy bien lo de las "dudas poderosas", ¿te referís a la parte de "Las ideas dentro de nuestra cabeza son simples, y la mayoría de las veces carecen de objetividad y están incompletas, pero son sin duda poderosas"? ¿O específicamente a mi idea de que nuestros pensamientos son simples, poco objetivos e incompletos? Respecto a lo del autor, es interesante cómo desarrollaste una interpretación opuesta a lo que describo en el texto, me gusta: Por mi parte yo le quito en cierta forma toda la participación al autor, dando a entender que son MUCHO más importantes nuestras respuestas que lo que se dice concretamente en el cuento; mi idea es hacer incapié en el hecho de que la interpretación enriquece al texto. Vos, por otro lado decís que EN BASE a la idea de miedo y ego adolescente que el autor plasma de manera directa en la obra, todas las demás respuestas son suplementarias. Absolutamente válido. Excelente, lo que me querés decir es que el padre se vale de trampas porque de otra manera no podría actuar sobre el adolescente, concentrado en su ego y su rebeldía, ¿me equivoco?. Y llegamos a un punto de conexión muy interesante: Mi interpretación de la importancia del lector sumada a tu intepretación de la importancia del escritor, refuerzan la idea de que la interpretación misma enriquece al texto.
    Hablando del dominio tiránico del padre, yo me salí del ámbito ficción para entrar en algo más psicológico y general: la influencia indiscutible del padre o madre en el hijo, sin importar la rebeldía de éste. Por supuesto, tiene que ver con mi experiencia personal y el ver después de un tiempo cómo afectaron ciertas actitudes de mis viejos en mí, de manera inconciente; pero ese es otro tema. El padre detrás del teléfono, el "desconocido", es justamente esa influencia oculta, inconciente (a veces hasta para los padres mismos). Por todo esto, tu interpretación es mucho más rica en el sentido del cuento, de la ficción misma, porque se asemeja más a lo que el autor (a conciencia) pudo haber plasmado en la historia.
    I look forward to reading more from you.

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  3. "Mi interpretación de la importancia del lector sumada a tu intepretación de la importancia del escritor, refuerzan la idea de que la interpretación misma enriquece al texto."
    Estamos totalmente de acuerdo en esto. El arte de escribir, más que el arte de escribir, es el arte de dialogar más allá del tiempo.

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