sábado, 18 de junio de 2011

"A la luz de la pluma" (Transmisión ancestral) - La literatura dañina.

26 de Septiembre de 2006

     La luna rojiza observaba con agrado la persecución. Los lobos corrían detrás del hombre, tratando de interceptarlo, mientras éste, veloz como un rayo, esquivaba ágilmente los gruesos árboles del bosque sumido en las tinieblas.
     Todo el lugar parecía tinto en sangre, iluminado por la luna, y una bruma espesa dificultaba la visión, lo cual no facilitaba la caza para los lobos. El hombre no daba señales de cansancio y estaba empezando a perderse entre la abundante vegetación. Los animales aceleraron su carrera, acortando la distancia entre ellos y su objetivo.
     Mientras corría, el hombre se dio cuenta de que le faltaba el aire, y sus piernas no iban a resistir mucho tiempo más. Se había adentrado mucho en el bosque. Los árboles se abalanzaban sobre él, disfrutando de su sufrimiento. Comenzó a perder velocidad. Desesperado, recogía lo que tenía al alcance de su mano (ramas, piedras, máscaras) y lo lanzaba hacia atrás, con la esperanza de retrasar el avance de los lobos. Lo consiguió. Una rama le lastimó el ojo a una de las bestias, que lanzó un lastimero aullido y tropezó. Provocando un efecto en cadena, los otros fueron cayendo, uno a uno, obstaculizados por los demás lobos. Al fin, el hombre pudo alejarse de sus perseguidores. Con la respiración agitada, corrió hasta que ya no pudo más y cayó al suelo, exhausto, dolorido y hambriento. Se quedó dormido.
     Horas o minutos después, lo despertó una terrible puntada en el cuello: una mordida. Este dolor no duró más de unos segundos. Luego, el hombre soltó un último aullido.
     La luna comenzó a perder su color rojizo. La función había terminado. La bruma desapareció. Los lobos se miraron entre ellos, sonrieron, se pararon en dos patas y se fueron. A cientos de kilómetros de distancia, una pluma marcó el punto final en una hoja de papel.

La literatura dañina
     Existe un defecto muy grande en muchos nuevos aspirantes a escritores: tender a la perfección. Tal cosa es absurda, y más que nada contradictoria. Intelectualoide, demasiado literario, y lo más chocante es que hasta pierde sentimiento. El mensaje está perfectamente escondido y lleva a profundas interpretaciones, pero raramente es disfrutable. Cuando uno lo lee hay algo que falta; algo que pica, algo áspero que no te deja acariciar las palabras.

martes, 7 de junio de 2011

Sin que la tinta manche



     Nada está en equilibrio. No termino nada, ni comienzo nada. No estoy tranquilo mientras leo un libro ni concentrado mientras charlo con alguien. Por dentro me siento como una estantería que se tambalea, en cualquier momento puede caer algo, o permanecer como está, pero no puedo controlar el movimiento. Incluso a veces ni me gasto en levantar lo que se cae.


     Tengo más borradores que entradas publicadas, muchos más.


     Dejo todo flotando en el aire, a la buena del viento. No elijo entre pensar y sentir, no sé cuando es envidia, enojo o tristeza.
     Me olvido de las cosas, porque todo dentro de mí vuela por todos lados, ¡y si no lo sostengo con fuerza se va y no lo encuentro más! Como ahora, iba a escribir algo, pero evidentemente no tengo la cabeza lo suficientemente ordenada como para no perder el hilo del escrito... carajo...
     En nada, estoy en nada, eso siento, nada de nada. Protesto mucho, me muestro triste, lanzo alguna que otra frase alusiva, pero no pido ayuda concretamente. ¿Soy infelíz? No creo, no. O por lo menos quiero creer que no. Sé que me falta algo, pero ¿puede eso desestabilizarme de esta forma?


     ¿Prioridades? No están claras. Debería enfocarme en algo, pero no lo hago. No estoy desarrollando nada, ni concentrando pasiones, como es sano hacer. Este desierto podría ser muchísimo más grande, y esta radio que llevo podría hablar aún más. He tenido tantos sueños y he creado personajes, he iniciado tantos proyectos, pero todo en mí fue volátil y fugaz. Podría mostrar tanto más. Ahora que lo pienso, lo que está en tu mente quedará encerrado allí y no significará nada, hasta que no lo materialices de alguna forma. Suena redundante. Es más, siento que antes podía expresarme de una manera más fluída. Quizá ahora elabore más las palabras y los objetivos. Un escrito como Aquel Juguete resulta muy natural; no perfecto, pero sí más natural. Creo también que comencé a llegar al punto en que puedo fingir naturalidad, y eso es peligroso. Es probable que esté divagando, pero esto fue lo que se me ocurrió escribir.