martes, 7 de junio de 2011

Sin que la tinta manche



     Nada está en equilibrio. No termino nada, ni comienzo nada. No estoy tranquilo mientras leo un libro ni concentrado mientras charlo con alguien. Por dentro me siento como una estantería que se tambalea, en cualquier momento puede caer algo, o permanecer como está, pero no puedo controlar el movimiento. Incluso a veces ni me gasto en levantar lo que se cae.


     Tengo más borradores que entradas publicadas, muchos más.


     Dejo todo flotando en el aire, a la buena del viento. No elijo entre pensar y sentir, no sé cuando es envidia, enojo o tristeza.
     Me olvido de las cosas, porque todo dentro de mí vuela por todos lados, ¡y si no lo sostengo con fuerza se va y no lo encuentro más! Como ahora, iba a escribir algo, pero evidentemente no tengo la cabeza lo suficientemente ordenada como para no perder el hilo del escrito... carajo...
     En nada, estoy en nada, eso siento, nada de nada. Protesto mucho, me muestro triste, lanzo alguna que otra frase alusiva, pero no pido ayuda concretamente. ¿Soy infelíz? No creo, no. O por lo menos quiero creer que no. Sé que me falta algo, pero ¿puede eso desestabilizarme de esta forma?


     ¿Prioridades? No están claras. Debería enfocarme en algo, pero no lo hago. No estoy desarrollando nada, ni concentrando pasiones, como es sano hacer. Este desierto podría ser muchísimo más grande, y esta radio que llevo podría hablar aún más. He tenido tantos sueños y he creado personajes, he iniciado tantos proyectos, pero todo en mí fue volátil y fugaz. Podría mostrar tanto más. Ahora que lo pienso, lo que está en tu mente quedará encerrado allí y no significará nada, hasta que no lo materialices de alguna forma. Suena redundante. Es más, siento que antes podía expresarme de una manera más fluída. Quizá ahora elabore más las palabras y los objetivos. Un escrito como Aquel Juguete resulta muy natural; no perfecto, pero sí más natural. Creo también que comencé a llegar al punto en que puedo fingir naturalidad, y eso es peligroso. Es probable que esté divagando, pero esto fue lo que se me ocurrió escribir.


     Retomo ahora el escrito. Lo guardé por última vez hace un par de días. Estoy mejor, probé que puedo concentrarme en algo y dar un mejor esfuerzo. Pero no es momento de cantar victoria. Todo confluye en un mismo fin: estabilidad. Necesito sentir el suelo firme bajo mis pies, dejar de pensar fuera de mí. Es como si me estuviese observando a mí mismo todo el tiempo; me juzgo, me evalúo constantemente. Déjenme explicarles cómo se siente: ¿Alguna vez los hicieron actuar? Actuar, sí, interpretar algún personaje, participar en un video, o algo por el estilo. Quien no tenga facultades para ello sabrá que la situación se vuelve incómoda, y uno se pregunta ¿qué tiene de difícil actuar? No sólo que de niños lo hacíamos todo el tiempo en nuestros juegos, sino que si lo piensas concluirás en que es eso, un juego. Debes transformar ese escenario impuesto en uno real, y así podrás situarte apropiadamente. No es fácil porque sabemos que, después de todo, estamos siendo observados, y lo que es más, esperan que te desenvuelvas de una manera determinada. Bueno, eso también me ha pasado en la vida real, en el día a día social. Esa incomodidad de aquel a quien observan con ojo crítico y cruel. Pero sabemos que eso no es cierto. El observador, el crítico cruel, sos vos mismo. No me digan que no lo han escuchado muchas veces. El problema es siempre uno mismo (o al menos la mayoría de las veces, salvo excepciones).
     Pero en fin, eso es algo que va y viene. Ya no es tan frecuente. Hay días en que me relajo y dejo fluír los eventos. Otros en que me levanto tenso, encerrado en mí mismo. Ahora estoy distraído de todo eso, más concentrado en las prioridades reales. Pero todo sustento externo cae tarde o temprano para dejar que te sostengas a tí mismo, como debe ser.


     Un día dije... Música, amigos y estudio. Siempre que faltaron alguna de esas tres cosas mi vida se desequilibró. Y es verdad. Pero falta una cosa, esa palabra que siempre eludí de escribir por su carácter clichesco, que detesto, por ser una palabra tan quemada y muchas veces mal usada. Amor. Pero no el amor general, genérico y vacío, ese que uno escucha en los programas para adolescentes; el amor para con uno mismo y para compartir con alguien. Porque... ese calor que se siente al saber que te encuentras ya inmerso en ese juego de roces indirectos, en ese juego de sonrisas cómplices con una persona, de cariños sutiles y hasta pícaros, ese calor que sientes cuando existe concenso al mirar a los ojos de la otra persona, ese calor no lo reemplaza nada. Y lo que es peor: no se puede vivir sin sentir eso. Al menos un hombre no puede. Dicen que las mujeres resisten más la soledad, son más fuertes, más independientes. Pero un hombre... se las verá difíciles tratando de equilibrar su vida si ella no está a la vista.




     Y de esta serie de párrafos llenos de conflicto, ¿qué puedo sacar en limpio?
     Que al menos tengo un as bajo la manga. Aquí disuelvo mis conflictos, los saco y los guardo, y se me ha dado la herramienta para transformarlos en algo provechoso. Jamás renunciaré a ello, espero con ansias saldar toda cuenta pendiente, para poder escribir sin que la tinta manche mi hoja.




Escrito por Ezequiel F. L. Cabrera

3 comentarios:

  1. La canción es de un disco hermoso hermoso que venden en Disco, se llama Canciones de Cuna (editado por la Casa de la Cultura de la Calle), y es una recopilacion de canciones escritas por chicos en situación de vulnerabilidad y música compuesta por grandes como Hilda Lizarazu, Pedro Aznar, Ricardo Mollo, Spinetta y otros. Buscalo que por Inet está y es muy muy recomendable.

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  2. El otro día que escuché el tema lo busqué en youtube para ver si había link de descarga y ahí me enteré lo del disco, que tiene canciones escritas por chicos de 7 a 21 años, ¡muy loco! No escuché otra que no sea Mi Olvido todavía, ahora busco :)

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  3. No sabía bien en dónde responderte al comentario que hiciste en mi entrada del blog, todavía no entiendo mucho de esto jaja, así que acá voy.

    Primero que nada; wow. No creí que alguien iba a entender tan claro todo el rejunte de palabras nerviosas que escribí ese día. Y realmente tu comentario me fue de gran ayuda, ya que hay cosas que las tengo enfrente mío, muy claras, y NUNCA puedo verlas hasta que alguien me hace reaccionar o abrir los ojos. Es decir, leí el comment y dije, "¿cómo no se me cruzó por la cabeza antes?". Me complico yo misma todo. Además, entendiste perfecto que a lo que yo enfocaba era al "pozo" donde estuve, a mi depresión; y no el problema que tuve con una persona. Eso es muy importante, porque a veces me hago la cabeza pensando que me expresé muy mal.
    Con respecto a lo que me pasó; digamos que un niño de 9 años debería jugar, centrarse en el colegio primario, en sus "amiguitos", en mirar la tele. A esa edad, me centré en cosas mucho mas complejas. Y a los once años, no me atraía hablar con gente de mi misma edad, ni cercana: simplemente, mi cerebro tuvo un desarrollo demasiado temprano, maduró antes de tiempo, y me relacioné con gente mucho mas grande (eso más adelante me traería más conflictos, pero ya me estoy llendo de tema). Y todo eso me pasó, a raíz de que ME hicieron madurar antes de tiempo. Yo no era estúpida. Veía todo lo que pasaba en mi casa con total claridad, y era muy doloroso. Por todo, quedé muy golpeada. Fueron muchos años. Nunca supe que mi estado anímico de ese momento, era la depresión. Aunque era bastante madura de mente, me era difícil comprender que un chico tenga que pasar cosas así. No es la imagen "estándar", "predeterminada", digamos...
    Lo que siempre digo es que yo creo que pasé mi adolescencia entre mis 9 y mis 13 años. Después de eso, siempre sentí que soy un adulto. Actualmente siento que soy un adulto, y sólo tengo 15. Tengo que cargar con problemas y situaciones difíciles que pasan los adultos. Me estreso demasiado, no puedo dormir, me hundo en pozos depresivos, tengo agotamiento físico y emocional, mis sentimientos penden de un hilo, tengo un desbalance emocional enorme. Me comparás con otro adolescente de mi misma edad, y yo soy una abuela masomenos (Jaja).
    Y lo último que voy a agregar, sino voy a divagar de nuevo: la depresión, para mí, es encontrarme conmigo misma, o hallar cosas nuevas. Un poco como me escribiste en el comentario, "en los momentos de tristeza, lo último que debería uno hacer es atentar contra sí mismo. Porque entonces sí, estás solo. Solo de verdad. Al escribir estás acompañándote a vos misma, estás tratando de ayudar a tu compañera incondicional en ese momento difícil(...)", y creo fehacientemente que es así. Por eso ya te digo, me sorprendió lo bien y preciso que interpretaste todo. Bueno, estaba diciendo. Cuando estoy depresiva ó triste, antento contra mí misma, inconsciente e inevitablemente. Pero, a su vez, la depresión me inspira a escribir, a dibujar, a tocar la guitarra, a sacar muchas cosas de mí de las cuales jamás creí que podría sacar tanto provecho. Tal vez por eso le temo bastante a la felicidad, ya que de ella no saco tantas cosas provechosas. Quizás sea, sí, un goce para el alma. Pero no para mi mente.

    Muchas gracias por tus palabras de soporte, enserio. Y perdón por haberme mandado toda una biblia acá en el comentario jajaja.

    PD: la frase "Tengo más borradores que entradas publicadas", es demasiado genial.

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