domingo, 26 de diciembre de 2010

"Aquel Juguete" - (Transmisión antigua)

 28 de febrero de 2010, hora desconocida.

     El niño juega. El niño inventa, descubre, experimenta. En eso radica la felicidad de un niño. ¿Qué es la infancia sino la cúspide de la investigacíon, la creatividad y el asombro? La infancia es la expresión más pura de la naturaleza humana, el momento más brillante de nuestras vidas. Un buen ser humano nunca deja de jugar. Hay quienes lapidan su niñez con ese falso cemento de los años, y se creen realizados por haber superado una etapa. La vida es un todo. Las etapas son una mala costumbre impuesta por malos niños.

...Nacimiento
Niñez
Adolecencia
Adultez
Vejez
Muerte...

      ¿Notaron el patrón? Las etapas son un simbolismo para la degradación de la escencia humana, culminando con la muerte... de esa escencia. La ETAPA de la muerte. Uno COMIENZA a morir. No muere. La muerte como la conocemos no es otra cosa que el otro extremo de la vida, de ese todo que nosotros tan ingenuamente separamos por etapas. Muy pocos se atreven a vivir hasta el final. Aquellos que conservan ese regalo que nos da la infancia, son los pocos. La etapa de la Muerte comienza cuando uno desecha definitivamente ese juguete, ese regalo. Las anteriores etapas representan entonces qué tan frecuentemente lo usamos: nosotros NACEMOS con ese regalo. Es nuestra escencia, nuestro instinto. Durante la niñez vivimos únicamente de él, investigando y descubriendo, creando e imaginando... todo en su más pura expresión. En la adolescencia comenzamos a decaer. Mezclamos ignorancia con desprecio por el conocimiento; incorporamos costumbres y fachadas, y dejamos de pensar por nosotros mismos. De vez en cuando recordamos con congoja ese juguete hermoso de la infancia, y lo sujetamos con fuerza, para que no se nos escape. Si no nos ve nadie, hasta juguemos con él un poco. "Si no nos ve nadie..."

     En la adolecencia conocemos la vergüenza. Pero algunos la malinterpretan... confunden vergüenza a mostrar con vergüenza a SER. Porque cuando nadie nos ve, todos jugamos... (a escondidas). Eso es vergüenza a mostrar, miedo a la crueldad ajena. Miedo. El adolescente inspira miedo y a la vez tiene miedo, miedo de ser. Miedo de jugar. Odia más de lo que ama, porque no se deja ser. Porque cree que los demás no lo dejan ser, y cobra venganza, porque quiere defender su regalo. Golpea a los demás para que no lo golpeen. Es un círculo vicioso, por eso LA ADOLESCENCIA es así. Lo que no saben es que ese regalo no puede ser arrebatado; los demás no influyen en tu escencia. Uno en esa lucha continúa jugando, inventando maneras de sobresalir y de defenderse, pero no se percata de ello. Es más, en la adolescencia uno aprende a jugar con los demás.
     "Ser" depende de uno, y uno decide qué asimilar. Ser es amar. Amar la vida. Ser es asombrarse. Asombrarse de la vida, de uno mismo, de lo que es capaz de hacer... jugando, pero jugar amando.

     En la adultez nos calmamos. Nos sentimos superiores. Nos asignamos "obligaciones". ¿Quién intentará arrebatarte tu juguete esta vez? Crees ser libre. Libre del miedo. Eres DEMASIADO libre... ¿Quién jugará contigo ahora? No tienes ya de qué defenderte. Pero te ha quedado una marca, prueba de que la vida es un todo, de que este seccionamiento de la vida por etapas es una cruel invención de los malos niños... El campo de batalla parece desierto, han cesado los disparos y las explosiones, pero queda aún esa nube de polvo y ceniza, esas pilas de escombro, y te preguntas... "¿Es una trampa?"... Siguen todos escondidos dentro de ese polvo de desconfianza, y detrás de los escombros que ha dejado el miedo... Tienes miedo. Escondes tu regalo, tu juguete, donde nadie pueda encontrarlo, pero lo vigilas de a ratos. Miradas nerviosas a través del campo de batalla. Hasta que...
     ...Se te ocurre algo (a los más astutos mejor dicho)... ¿Y si disfrazas a tu juguete de... "obligación"? Pasará inadvertido... y podrás seguir jugando... sí, eso es. Se te dibuja una sonrisa en la cara. Hacía mucho que no sonreías así; desde que eras pequeño. Lo sacas rápidamente del lugar en que lo tienes escondido... unas maniobras rápidas y quedará listo. Nadie se dará cuenta, dirás... "yo tengo un trabajo".

     ...Pero... el tiempo hace que ese disfraz se deteriore. Ha sido forzado demasiado, te cansas de él. Te cansas del disfraz, es siempre el mismo, quizá cambie la textura pero... es un disfraz al fin y al cabo. El problema es que después de tanto tiempo no puedes diferenciar entre el disfraz y el juguete, aunque éste esté intacto (y lo está). Suspiras...
...Lo guardas en algún lado, sin mucho cuidado y ahí lo dejas.
Nos olvidamos de nuestro regalo. Tantos años hemos estado ocultándolo, finjiendo y separando la vida en partes que pierde valor. ¿Qué hacemos entonces? No tenemos más disfraz... No tenemos más rivales... Creemos haberlo visto todo. Así que miramos hacia atrás. Nos limitamos a recordar los momentos que pasamos jugando, inventando historias, descubriendo mundos, jugando con otros y con nosotros mismos; recordamos el asombro, propio y ajeno (si estuvimos atentos), recordamos recuerdos, pero recuerdos conectados a nuestros futuros sueños.

--

     Para lo que yo quiero hacer, para lo que amo hacer, no hay carrera. No hay título, ni licenciatura, ni tecnicatura, ni nada. Yo, amigos míos, dedicaré mi vida a jugar. Descubrí lo que me apasiona al fin: Jugar. El peor momento de mi vida hasta ahora fue cuando creí que ya no podía jugar más, que esa época había muerto; desde el momento en que entré a la secundaria dejé de jugar. Oculté mi regalo y no lo mostré más, salvo en raras ocaciones cuando me veía obligado a hacerlo, y siempre con algo de culpa, como si estuviese mal lo que hacía. Pero estuvo siempre ahí. Muchos podrán confirmarlo. Estuvo en mis trabajos, en mis escritos, en mis creaciones; siempre jugué a escondidas. No hace mucho lo entendí... esa angustia, ese vacío lo llenaba mi olvidado juguete, que en la primaria podía compartir con los demás y que pensé que en la secundaria no. Es que... jugar no es lo que uno piensa, no es exclusividad de niños ni mucho menos de inmaduros. Uno juega con lo que la vida le brinda, con cada nuevo descubrimiento, uno inventa para uno mismo y para los demás, juega con su trabajo, no disfraza al jugete de "trabajo", y se emociona al ver cómo las otras personas se asombran. Uno juega con los demás, PARA lo demás. Es tan hermoso jugar... cada uno tiene su mundo, y es lindo compartirlo. Imaginemos 7000 millones de mundos, de sueños, uno por cada persona. Y lo maravilloso es que... uno puede extraer de cada uno de ellos algo para el suyo propio. 7000 millones de mundos por 7000 millones más.

     Esta nota es un juego. Yo juego con ustedes, quiero ver qué sienten, qué piensan, qué les parece mi mundo. Descubrí que me gustan miles de cosas diferentes y mi duda era... ¿cómo las conecto en una sola carrera? ¿de qué disfrazo a mi regalo? No. Jugar abarca todo eso. Juego al escribir, al imaginar, amo el cine, amo dibujar, amo la física, la filosofía, la ciencia en general, la medicina; me encanta la arquitectura, la ingeniería, amo la música y el arte, pero porque me intrigan, porque me asombran. Yo quiero componer música, construir edificios y máquinas, escribir, escribir y escribir, cantar, actuar, filosofar, quiero pintar, dirigir una película, incluso hacerla enteramente por mí mismo, porque me gusta cada parte, cada proceso de su realización, quiero saber, quiero querer, pero sobre todo quiero compartir todo lo que haga... Pero haga lo que haga, lo haré jugando.

     Los elegí a ustedes para que jueguen conmigo, porque los quiero mucho. Aplaudo a aquellos que aún juegan, que comparten y muestran abiertamente su regalo, ese juguete que muchos olvidan. Les doy un abrazo a aquellos que leyeron toooodo este... coso... esta nota gigante que no da ganas de leer toda con solo verla. Ni yo leería una nota así de larga jajaja. Pero, en fin, si la leyeron fue porque quisieron. Sin ustedes no tendría con quién jugar.


Escrito por Ezequiel F.L. Cabrera

No hay comentarios:

Publicar un comentario